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PAZ

Un Fragmento Sobre la Paz

por Ramesh Bijlani

La Quietud es una condición en la que no hay inquietud ni perturbación.

La Calma es una condición inmóvil que ninguna perturbación puede afectar

– es una condición menos negativa que la quietud.

La Paz es una condición aún más positiva; lleva consigo una sensación de tranquilidad y liberación estable y armoniosa.

Sri Aurobindo

Estar en paz tiene un atractivo que la felicidad no tiene. El motivo es que la felicidad es parte de las dualidades de la vida: va unida a la tristeza; una no puede existir sin la otra. La felicidad generalmente se asocia con la comida, las posesiones materiales, el renombre y la fama, ser alabado o amado, todas las cosas sobre las que tenemos, en el mejor de los casos, un control parcial. Por ello, cuando tenemos todo esto somos felices y, cuando no lo tenemos somos infelices. No hay forma de lograr que alguna de estas cosas dure para siempre. Por lo tanto, la felicidad perpetua es un mito. Cuando la felicidad desaparece, la paz se hace añicos. En contraste, con una paz interior sostenida, la felicidad ocurre automáticamente. Como dice el “Gita”, Ashantasya kutah sukham, que significa: para los no pacíficos, ¿cómo puede haber felicidad? (2:66)

La paz interior duradera puede ser difícil de lograr, pero no es imposible. Tiene dos ingredientes básicos. Primero, una vida vivida sin acallar la voz de la conciencia; segundo, superar los deseos y apegos. Una vez, una persona (P) acudió a un sabio (S) en un estado de extrema agitación, buscando paz. El sabio lo llevó a la paz a través de una conversación muy breve, que fue algo así:

P: Yo quiero paz. Yo quiero paz. Yo quiero paz.

S: Cálmate, y suelta el “Yo”.

P: (su agitación ahora algo bajo control): Quiero paz, quiero paz.

S: Ahora suelta el «Quiero».

P: (bastante tranquilo ahora): Paz, paz, paz.

S: Ahora tienes paz. Eso es lo que querías, ¿no es así?

Esta supuesta historia contiene una gran lección. «Yo» representa el ego. El ego multiplica nuestros deseos, promueve los apegos y se interpone en nuestra forma de actuar, sobre nuestra conciencia. La mayoría de nuestros deseos emanan del ego. Más allá de las necesidades básicas, todo lo que obtenemos, aumenta primordialmente nuestro ego, ya sea ropa nueva, muebles nuevos o un automóvil más grande. Por eso, Sri Aurobindo dijo que los deseos «mueren de hambre» en ausencia de sustento del ego. Cuando quitamos la palabra “yo» de la expresión «Yo quiero paz», obtenemos «quiero paz», que es una frase muy débil. Los deseos («quiero») tienden a desaparecer cuando se les retira el sustento dado a través del ego («yo»). Habiéndose reducido la intensidad de los deseos, es más fácil superarlos. Cuando los deseos («quiero») desaparecen, lo que queda es la paz inherente al ser humano. La realidad más fundamental del ser es su esencia divina, comúnmente llamada alma. El alma no tiene deseos ni apegos. Siempre está en paz. Esta paz eterna puede envolver a todo el ser, si ponemos un punto final y exterminamos la interacción perturbadora del ego y los deseos, que normalmente nos ocupa tanto que comenzamos a confundir la turbulencia en la superficie con la totalidad de nuestro ser; es como confundir la espuma en la superficie con la inmensidad del océano. Por lo tanto, la paz no es algo que debamos buscar en algún lugar externo. La paz está dentro de nosotros, esperando serenamente a ser revelada. Para que la paz dure, no basta con descubrirla. La paz duradera también requiere vigilancia para que no sea eclipsada una vez más por el ego, que siempre está ansioso por tomar el liderazgo de la vida. Hay una historia popular que ilustra cuán fácilmente se puede destruir la paz. Una pareja pobre, que vivía al día, pero tan contenta que su vida estaba llena de paz, tenía un vecino rico, que era muy celoso de ellos porque la paz le era esquiva a pesar de su riqueza; finalmente, se le ocurrió un plan. Una noche, colocó una bolsa que contenía 99 rupias fuera de la casa de sus vecinos pobres. A la mañana siguiente, se sorprendieron gratamente al encontrar la bolsa. Tomándolo como un regalo de Dios, lo colocaron dentro de la casa, lo abrieron y contaron el dinero que había en la bolsa. Al encontrar 99 rupias dentro, pensaron que si tan solo pudieran ahorrar una rupia, tendrían un total de 100 rupias. Para ahorrar esta rupia, comenzaron a tomar atajos. Finalmente, lograron ahorrar la rupia tan esperada. Habiendo probado el impulso del ego, que obtuvieron al poseer estas cien rupias, quisieron hacer crecer sus tenencias. Para satisfacer el antojo, comenzaron a ahorrar aún más. El deseo de acumular riqueza se volvió tan abrumador que ahora su vida comenzaba a girar en torno a este impulso incontrolable. Cuanto más alimentas el ego, más demanda. El ego es la fuerza impulsora detrás de toda codicia. El resultado neto de la búsqueda de más y más fue que perdieron la paz. Esta es la historia detrás del proverbio hindi, ninyaanve kaa pher (el laberinto de los noventa y nueve), que denota el carácter insaciable de la codicia y su potencia para destruir la paz.

Traducido por NB Traducciones

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