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HUMILDAD

La Sinceridad Genera Humildad

por Ramesh Bijlani

La humildad es ese estado de conciencia en el cual, sea la realización que fuere, sabes que lo infinito todavía está frente a ti.

LA MADRE (‘Conversaciones 1929-1931’, p. 175)

La humildad es una virtud que debería ocurrir naturalmente. Justo en el nacimiento de un bebé humano, lo Divino confiere al niño indefenso los derechos de membresía a un club exclusivo – el club de la humanidad. El fácil ingreso, en lugar de inspirar gratitud y humildad, por lo general induce al instinto de privilegio y la consiguiente arrogancia. El resultado es el abuso de la membresía, la cuál estaba dirigida a proporcionar las condiciones necesarias para el desarrollo de la conciencia. La verdadera humildad proviene del darse cuenta que uno no solo es traído al mundo por lo Divino, sino también sostenido, alimentado y bendecido con algunos talentos únicos por lo Divino. Además, lo Divino proporciona las condiciones necesarias para todos nuestros éxitos, ya sea misteriosamente o a través de nuestros semejantes, que son, como nosotros, instrumentos de lo Divino. Una combinación de todos estos regalos es necesaria para cualquiera de nuestros supuestos logros. Por lo tanto, sin lo Divino, no somos nada y no podemos hacer nada.

La verdadera humildad es un estado mental. Está más en nuestro interior que en el comportamiento externo. La humildad debería comenzar con la humildad hacia lo Divino. Entrega total a la Voluntad y la Sabiduría de lo Divino es parte de esa humildad. Insistir en el éxito o la justicia, tal como lo vemos, es todo lo contrario a la entrega. ¡Eso equivale a esperar que lo Divino se rinda ante nuestra voluntad! En lugar de alinear nuestros pensamientos, sentimientos y acciones con la perfecta e infalible Voluntad divina, esperamos que lo Divino piense, sienta y actúe como nuestros imperfectos e impotentes instrumentos. Si nuestra humildad hacia lo Divino es sincera, tales torpes equivocaciones pueden ser evitadas. La sinceridad también es necesaria para una verdadera valoración de uno mismo. Mientras somos conscientes de que en el nivel más fundamental somos lo Divino y, por lo tanto, perfectos, debemos ser igualmente conscientes de las imperfecciones, defectos y negatividades que obstaculizan la manifestación de nuestra divinidad. Eso nos haría humildes con nuestros semejantes, incluidas las plantas y los animales, que también son manifestaciones de lo Divino, aunque imperfectos como nosotros. La aceptación sincera de nuestros propios defectos nos haría conscientes de las innumerables formas en que el resto de la creación es menos imperfecta que nosotros y, por lo tanto, inspiraría una verdadera humildad.

Cómo cultivar la humildad

La clave para cultivar la verdadera humildad sin esfuerzo es mantener un contacto consciente y constante con el Creador. Las oraciones y las meditaciones a lo largo del día son conversaciones con lo Divino. Las oraciones regulares y frecuentes durante el día facilitan el contacto casi constante al «llenar los espacios vacíos». Y no requiere mucho tiempo ni esfuerzo. Orar cuando nos levantamos y cuando nos acostamos; orar antes de comer y después de comer; orar antes de comenzar cualquier trabajo y después de terminar cualquier trabajo; orar cuando nos lavamos las manos o nos cepillamos los dientes – uno podría seguir y seguir – hace de la oración un hábito. La oración no tiene que ser larga; ni siquiera necesita ser formulada en palabras: lo que cuenta es traerla a la memoria. El contacto constante con el Creador nos mantiene conscientes de nuestra débil y frágil existencia, y de cuánto le debemos al Creador.

Tener personas alrededor e interactuar con ellas también son oportunidades para cultivar la humildad. Ver lo Divino en los demás, ver las formas admirables en que manifiestan lo Divino, enviar vibraciones de amor y paz incondicionalmente, contribuyen a la humildad. La autoadmiración, es muy común; pero como ha dicho la Madre, la admiración desinteresada es muy rara. Admirar a alguien sin ningún motivo egoísta es una expresión de humildad. Al interactuar con las personas, ser humilde, generoso, compasivo y, sobre todo, el no juzgar, ayuda a cultivar la humildad. Incluso si es necesario juzgar, uno no debe juzgar a nadie con prisa. Cuando se nos ofrece algo con amor genuino, ya sea un objeto, asistencia o consejo, aceptarlo necesita humildad y cultiva la humildad. Cuando sea necesario, pedir ayuda o consejo también requiere humildad y cultiva la humildad.

El éxito y el fracaso son oportunidades para cultivar la humildad. Recibir el éxito con gratitud proviene de la humildad y refuerza la humildad. Enfrentar el fracaso al asumir la responsabilidad, en lugar de culpar a otra persona, también proviene de la humildad y refuerza la humildad.

Finalmente, el sentido del humor cultiva la humildad. Los elogios y las críticas, los logros y premios pueden ser todos manejados con sentido del humor. Como dicen, toma tu trabajo en serio, pero tómate a ti livianamente.

Qué no es Humildad

La humildad superficial puede ocultar a veces una gran cantidad de arrogancia y vanidad. Los buenos modales pueden crear una apariencia de humildad cuando en realidad no se siente. La adulación no es humildad. Actuar humildemente por miedo o con la expectativa de conseguir un favor no es humildad. En resumen, la humildad no es humildad a menos que sea sincera.

En conclusión…

Hay razones más que suficientes para la humildad. Lo que aún bloquea la humildad es el ego. El ego está enraizado en la ignorancia. Por lo tanto, para una verdadera humildad, lo que necesitamos es conocimiento y vivir el conocimiento. La vida humana en la tierra es un privilegio. Es considerada la única situación en la que el esfuerzo personal puede contribuir a la evolución de la conciencia. El ser humano nace mitad animal, mitad divino. El propósito de la vida humana es expresar la naturaleza de lo Divino. En cambio, debido a la conciencia mental ignorante, e ignorando el impulso evolutivo, el ser humano a menudo pasa toda una vida comportándose más como animal que como humano, y sigue intentando doblegar a lo Divino para que actúe como humano. Una verdadera evaluación de lo que uno es, de dónde uno está y hacia dónde uno tiene que ir nos hace conscientes de la larga distancia a recorrer; nuestras deudas, limitaciones, fallas y vulnerabilidad; nuestra dependencia de nuestros semejantes; y, sobre todo, nuestra absoluta dependencia de la Gracia Divina para cada paso en el camino. Por lo tanto, un conocimiento más elevado, más profundo y más amplio nos da razones más que suficientes para la humildad. Como si eso no fuera suficiente, en la vida no escasean las experiencias aleccionadoras. Mantener los ojos abiertos y no negar lo que vemos es suficiente para humillarnos. Más que la ignorancia y el orgullo, es quizás la estupidez lo que impide que la humildad ingrese al corazón humano.

La verdadera humildad es la humildad ante lo Divino, esto es, un sentido preciso, exacto y vívido de que uno no es nada, no puede hacer nada, no puede comprender nada sin lo Divino, que incluso si uno es excepcionalmente inteligente y capaz, esto no es nada en comparación con la Conciencia divina, y uno debe mantener siempre este sentido, porque entonces siempre se tiene la verdadera actitud de receptividad – una receptividad humilde que no pone pretensiones personales en oposición a lo Divino.

La Madre («La gran aventura», pág. 54)

Traducido por NB Traducciones.

Publicado por primera vez como editorial en  «The Call Beyond – Edición en Español» Octubre de 2020, la revista mensual gratuita en línea de Sri Aurobindo Ashram – Delhi Branch. Para obtener «The Call Beyond – Edición en Español» mes tras mes, envíe un correo electrónico a thecallbeyond_es@nadabrahman.com.ar