¿Por qué Espiritualizar la Educación?
¿Por qué Espiritualizar la Educación?
FEBRERO 2024
VOLUMEN 5 No.2
EDITORIAL
Para ser completa, la educación debe tener cinco aspectos principales relacionados con las cinco actividades principales del ser humano: la física, la vital, la mental, la psíquica y la espiritual.
La Madre
Es ampliamente aceptado, al menos en principio, que la educación debe abordar no sólo la mente sino también el cuerpo. En la práctica, sin embargo, el cuerpo generalmente se descuida porque “el tiempo no es suficiente para cubrir el plan de estudios” y hacemos un trabajo bastante pobre aún en lo referente a la educación de la mente. Pero incluso la mejor educación del cuerpo y la mente sigue siendo una educación incompleta. La educación completa, o educación integral, debe abordar todas las partes del ser. No sólo el cuerpo y la mente, sino también el espíritu. Esto plantea al menos dos preguntas: por qué es necesaria y cómo puede ser realizada.
¿Por qué es necesaria?
La educación perfecta del cuerpo y la mente del niño, si es exitosa, resultará en un adulto físicamente apto, emocionalmente estable e intelectualmente ágil. Un individuo así tiene el equipamiento básico necesario para convertirse en un buen profesor, un buen médico, un buen ingeniero, un buen científico, un buen agricultor o un buen administrador. Pero son exactamente los mismos atributos los que también son necesarios para convertirse en un “buen” terrorista. A menos que el terrorista también esté en buena forma física, sea emocionalmente estable e intelectualmente ágil, no será capaz de planificar ni ejecutar un ataque exitoso. Después de todo, el cuerpo y la mente son meros instrumentos. Perfeccionar un instrumento nunca es suficiente. Un cuchillo afilado puede cortar la fruta y el dedo mejor que un cuchillo sin filo. Por lo tanto, nuestro sistema educativo debe estar diseñado no sólo para agudizar el cuerpo y la mente, sino también para ayudar al niño a aprender cómo hacer un buen uso de estos instrumentos afilados. Por eso la educación es incompleta si se dirige sólo al cuerpo y a la mente; lo que la completa es el elemento espiritual.
¿Cómo puede ser realizada?
Una forma en que las escuelas a veces intentan abordar el elemento espiritual es incluyendo la educación moral como materia. Por diversas razones, este no es el mejor enfoque. En primer lugar, a nadie, ni siquiera a un niño, le gusta que le digan lo que debe o no debe hacer. En segundo lugar, cualquier conjunto de reglas sobre «qué hacer» y «qué no hacer» es en cierto modo arbitrario: no puede ser válido en todo momento y lugar. En tercer lugar, incluso un conjunto abarcativo de reglas sobre lo que se debe y no se debe hacer está siempre incompleto porque no puede prever todas las situaciones en las que una persona podría tener que tomar decisiones morales. Finalmente, una vez que la educación moral se convierte en una materia del plan de estudios, el enfoque pasa de la moralidad a la aprobación de un examen. Uno de los mejores enfoques es no tratar este aspecto de la educación como un complemento, sino como algo integrado en el sistema. Utilizar adecuadamente el complejo cuerpo-mente implica tomar decisiones. La mejor elección está basada en la guía que emana de lo más profundo del ser, que es el aspecto dinámico del alma: Sri Aurobindo y la Madre lo han llamado el ser psíquico. Tomar una decisión basada en la voz del ser psíquico da una sensación de alegría y conduce a una paz mental duradera. Tomar una decisión que está en conflicto con esta voz conduce a un sentimiento de culpa, a un sentimiento de inquietud. Por lo tanto, el ser psíquico no solo es una guía infalible, sino también un sistema incorporado de recompensa y castigo. Hacer que el niño sea consciente de este sistema incorporado es la clave para abordar «el espíritu» en la educación escolar. Esto contrasta marcadamente con la tendencia predominante a recompensar al niño por hacer lo correcto y, aún más comúnmente, a castigarlo por hacer lo incorrecto. El mensaje que esta tendencia envía es que el propósito de no hacer lo que está mal es evitar ser castigado por el maestro o los padres y, más adelante, por las instituciones encargadas de hacer cumplir la ley. En otras palabras, uno puede hacer cualquier cosa siempre que nadie esté mirando. Incluso cuando nadie está mirando, Dios sí lo está. El Dios que todo lo ve está dentro de nosotros, y por eso la persona se siente incómoda después de hacer algo incorrecto. Esto es lo que el niño tiene que aprender a apreciar. Y le resulta fácil apreciarlo porque el ser psíquico está abierto de par en par en los niños. Todo lo que necesita es el entorno adecuado. El entorno adecuado tiene algunos componentes. En primer lugar, debe fomentarse todo lo bueno que el niño haga, ya sea levantar a un amigo que se ha caído en el patio de la escuela durante el recreo, compartir la comida con un compañero de clase que ha olvidado su vianda escolar en casa, o levantar y colocar en la posición correcta a un insecto que está luchando por su vida. En segundo lugar, cuando un niño ha hecho algo malo –ya sea involuntario, accidental o deliberado– debe ser capaz de reunir el valor para confesar el error. Esto sucederá sólo si el niño está seguro de que la confesión no provocará un castigo. Un ambiente en el que una falta confesada no es castigada fomenta el hábito de decir la verdad. El objetivo en tal situación debería ser iniciar una reflexión. La reflexión llevaría al niño a apreciar la carga que sintió hasta que se confesó, el alivio y la alegría que le trajo la confesión. Por último, pero no menos importante, los niños también deben ver a la maestra haciendo lo que se espera de ellos. Lo que hace la maestra tiene una influencia mucho mayor en los niños que lo que ella dice.
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Véanse también los artículos relacionados, “MIS Bajo el Escáner de la Investigación”, pág. 7 y “Usar la Varilla y Dejar una Marca en la Mente”, pág. 14
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Brahmajnana, Yoga y Dharma son las tres esencias del hinduismo; dondequiera que viaje y encuentre refugio y lugar de descanso, estas tres deben extenderse.
Sri Aurobindo (CWSA Vol 12, «Ensayos Divinos y Humanos», pág. 64)
Un santo perdona porque es su dharma natural, así como el del ciego es tropezar y resbalar.
Dilip Kumar Roy («The Immortals of the Bhagavat», pág. 25)
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Versión Libre de NB Traducciones