El Ciclo Humano

En «El Ciclo Humano», Sri Aurobindo ha examinado la historia del mundo. Y, cuando Sri Aurobindo examina algo, una mirada única sobre el tema está garantizada. De hecho, “única” es una subestimación; su mirada es absolutamente de otro mundo. Su enfoque sobre cualquier tema va más allá de lo que el lector ha imaginado, más allá de lo que el lector podría haber imaginado. Su tratamiento del tema es a la vez global y radical. Es global porque es la forma más amplia y completa en la que el tema puede ser tratado. También es radical. La palabra radical tiene dos connotaciones: fundamental y poco convencional, y ambas se aplican al tratamiento que Sri Aurobindo da a cualquier tema. Va a las raíces mismas, al corazón, al meollo del tema. En segundo lugar, también lo ve de una manera original y poco común, completamente libre de convenciones o preconceptos. Eso es exactamente lo que ha hecho también mientras examinaba la historia del mundo en «El Ciclo Humano». Esa es también la razón por la que sus obras tienen un valor y una validez universales, que se extienden mucho más allá del contexto en el que la obra fue creada. «El Ciclo Humano» es una compilación de ensayos publicados en la revista mensual Arya entre 1916 y 1918. Los ensayos fueron escritos bajo el título “La Psicología del Desarrollo Social”. El trasfondo fue la Primera Guerra Mundial, pero lo que terminó escribiendo fue un clásico de valor perenne.

El Ciclo Humano, analiza la historia del mundo desde un punto de vista psicológico. La psique colectiva de una sociedad influye en la historia, y la psique colectiva tiene un patrón cíclico. El patrón cíclico es lógico y puede entenderse en términos de las fortalezas y debilidades del individuo. La mayor fuerza del Ser Humano es su aspiración de buscar la Verdad más elevada; las principales debilidades son la ignorancia en la que normalmente vive, su tendencia a deslizarse hacia el nivel de la mente ordinaria y su amor por la familiaridad y la mediocridad, lo que a su vez explica la frecuente caída en el convencionalismo y la estabilidad.

Para escribir los ensayos sobre «La Psicología del Desarrollo Social», Sri Aurobindo se basó en los escritos de un historiador alemán del siglo XIX, Karl Lamprecht. Si bien Sri Aurobindo elogió a Lamprecht por su originalidad, también señaló las limitaciones del enfoque de Lamprecht. El enfoque de Lamprecht se centra, en primer lugar, en los factores económicos; en segundo lugar, es demasiado simplista e ignora los zigzags de la naturaleza; y en tercer lugar, guarda silencio sobre el significado interior, la necesidad y el fin de las fases por las que pasan las sociedades humanas. Es la última laguna que Sri Aurobindo ha abordado en sus ensayos, que ahora están disponibles para nosotros como El Ciclo Humano. Veamos las etapas por las que pasa típicamente la psique colectiva de las sociedades humanas.

La Etapa Simbólica

La edad simbólica es principalmente la edad de la religión. Lo Divino se representa a través de símbolos, y los símbolos encuentran una expresión en la estructura social. Un ejemplo es el cuádruple desarrollo del orden social en India. En los Vedas se dice que el orden surgió del cuerpo de Brahma, la Deidad Creadora. Así, el origen divino simbólico de dicho orden encontró una expresión en chaturvarna, o las cuatro castas, como son ahora llamadas. Pero, en la edad del simbolismo, se entiende el principio detrás del símbolo. Por tanto, mientras el principio es fijo, la forma social que adopta es sensible y flexible. Así, el cuádruple orden se basaba en el temperamento y las habilidades innatas, no en la herencia. De este modo, no se le colocaba una etiqueta a las personas luego del nacimiento. Su casta se determinaba a medida que se desarrollaba su potencial. Como dice Sri Aurobindo, en la etapa simbólica predomina el aspecto espiritual de la expresión social; los aspectos éticos y económicos son secundarios y subordinados.

El Estadio Típico y la Edad de la Convención

A medida que se establecen los rituales, las normas y las prácticas sociales que evolucionan durante la etapa simbólica, éstas son realizadas mecánicamente como una cuestión de hábito. El simbolismo detrás de ellos es gradualmente olvidado. La práctica de los rituales y normas establecidos adquiere una connotación ética; su violación o incumplimiento se considera antiético. Como resultado, el carácter espiritual de la práctica pasa ahora a un segundo plano, y es el aspecto ético el que predomina. Por lo tanto, también se pierde la laxitud y flexibilidad asociadas a la práctica en la etapa simbólica. La práctica también puede adquirir un elemento económico, como sucedió en el caso del cuádruple orden social. Este es el estadio típico, porque las personas tienden a ajustarse a un «tipo». Uno puede describir una sociedad en esta etapa en términos de un estereotipo sin equivocarse mucho. Esto allana el camino para la edad de las convenciones. Seguir las convenciones sin pensar, hacer lo que hacen los demás sin protestar y pensar como los demás sin ningún intento de originalidad se convierte en la norma. Los individuos pierden su individualidad y los intentos de expresarla resultan vergonzosos e incluso costosos. La verdad se esconde detrás de una densa nube de reglas, normas y tabúes; la razón está oscurecida por el hábito; y el espíritu está subordinado a la forma. Los intentos de revivir el espíritu detrás de las formas están condenados al fracaso.

La Edad del Individualismo y la Razón

La edad de las convenciones tiene una estabilidad que se adapta a la tendencia humana básica de resistir el cambio. Pero lo que puede ser considerado estabilidad también puede verse como estancamiento. Las convenciones que se vuelven demasiado mecánicas, las convenciones que se originan en un entorno obsoleto, las convenciones que sacrifican el progreso en aras de la conveniencia, las convenciones que ignoran al individuo en favor de lo colectivo, pueden eventualmente llegar a un punto en el que la brecha entre las convenciones y la verdad se vuelve intolerable. En la edad de las convenciones hay una tendencia a que la religión se vuelva dogmática, la política se vuelva autoritaria y el orden social se vuelva jerárquico. El resultado es que al menos unos pocos individuos en la sociedad comienzan a anhelar un cambio. Encuentran el ambiente demasiado asfixiante, y no pueden esperar para respirar el aire de la razón, la libertad y el progreso. Sus esfuerzos pueden arrojar pobres resultados por una variedad de razones. En primer lugar, son muy pocos los que se enfrentan a muchos. En segundo lugar, la sabiduría acumulada durante siglos tiene algún mérito, que incluso las ideas más brillantes de unos pocos intelectuales bien intencionados pueden no ser capaces de igualar. Finalmente, los pocos que se alzan y rebelan contra las normas imperantes son jóvenes, idealistas, valientes y apasionados; y están tan motivados que se vuelven impacientes por cambiar el mundo. Por lo tanto, existe una gran brecha entre su capacidad y su objetivo. Sin embargo, su número sigue creciendo, y cuando hayan cruzado una masa crítica, podrán lograr una revolución que instale la razón en un alto pedestal. El resultado es que la religión puede volverse tolerante, la política democrática y el orden social igualitario. La escala en la que este tipo de cambios sucedieron en Europa durante el Renacimiento, que comenzó alrededor del siglo XV, no tiene precedentes en la historia. La vitalidad y el vigor que desató, llevaron al dominio europeo en el mundo. Lo que facilitó el dominio fue que Oriente quedó atrapado en un estado de somnolencia porque en ese momento estaba pasando por la edad de la convención, que Europa acababa de derrocar. Por lo tanto, al no encontrar una fuerte oposición en Oriente, Occidente se extendió por el mundo como nunca antes. Lo que ayudó a esta invasión política, económica y cultural fue también el crecimiento de la ciencia y la tecnología modernas durante el Renacimiento europeo, que a su vez mejoró las comunicaciones y el transporte, generó prosperidad a través de la revolución industrial, mejoró la destreza militar y puso al alcance de la mano un extremadamente cómodo, seguro y tentador estilo de vida.

Sin embargo, mientras que el nuevo orden mundial que fue creado por el Renacimiento europeo parecía invencible, tenía debilidades y trampas, que Sri Aurobindo vio hace cien años. Eso lo llevó a llamar a la civilización europea “un barco que se hunde”. Primero, siendo la naturaleza humana lo que es, las revoluciones finalmente llevaron a un nuevo orden político y social, que una vez más instaló un nuevo tipo de colectivo poderoso que dominó al individuo. Así, las revoluciones iniciadas por los individuos culminaron en la decadencia del individualismo. En segundo lugar, la igualdad social seguía siendo un sueño lejano; lo que en realidad se logró fue esencialmente el cuádruple orden social, aunque no se le dieron nombres como brahman, kshatriya, vaishya y shudra. Uno puede pensar que esto conduciría ahora a una época típica racionalista. Pero Sri Aurobindo divisó que eso no es lo que sucedería. Lo que probablemente ocurriría, sería el amanecer de una era supra-racional subjetiva, porque Occidente iba a redescubrir las limitaciones de la razón. En resumen, al terminar con una pálida copia del cuádruple orden, y buscar una herramienta superior a la razón, el pensamiento occidental comenzaría a converger con la antigua sabiduría india. Sin embargo, la edad de la razón no sería un desperdicio. Su legado duradero en la evolución humana sería un elemento de democracia y un sano equilibrio entre lo individual y lo colectivo; entre el crecimiento individual y el bien colectivo.

El Fundamento de las Guerras

Sri Aurobindo hace una digresión en «El Ciclo Humano» hacia la combinación letal de colectivismo a nivel nacional y el individualismo a nivel internacional. A nivel nacional se desarrolla un ego colectivo, que le da a la nación un sentido de superioridad, y en ocasiones también es utilizado para justificar el derecho moral de imponer su cultura al resto del mundo; y para lograr este fin, embarcarse en la misión de conquistar el mundo. El ego colectivo de las naciones conduce a que se comporten como individuos en las relaciones internacionales. El choque de egos nacionales puede conducir a guerras. La afirmación del ego colectivo de Alemania fue la base psicológica de la Primera Guerra Mundial. Si bien Alemania parece ser la culpable de la guerra, otras naciones no estaban libres de egos colectivos similares.

Las Limitaciones de la Razón

En los seres humanos, la facultad de razonar está mucho mejor desarrollada que en cualquier otra forma de vida y se enorgullece mucho de ello. Pero la razón no es una fuente de conocimiento; puede organizarlo y analizarlo, puede ayudarnos a evitar ciertos errores, pero no puede generar conocimiento. Más allá de estas limitaciones generales, Occidente descubrió que la razón no es una herramienta adecuada para eliminar la miseria y el sufrimiento del mundo. El éxito del impulso científico iniciado por la edad de la razón condujo a la esperanza y creencia de que la ciencia de alguna manera erradicaría la tristeza y el sufrimiento del mundo. Pero eso en realidad no sucedió. Luego, la racionalidad, la herramienta que había conducido al progreso científico y tecnológico, se puso al servicio de idear nuevos sistemas de educación y nuevas formas de gobierno con la esperanza de que probablemente reducirían la miseria y el sufrimiento en el mundo. Para entender por qué fracasaron todos estos intentos, tomemos dos sistemas de gobierno opuestos, la democracia y el comunismo. Ambos estaban basados en la racionalidad y tenían buenas intenciones. ¿Quién puede estar en contra de tratar a todos como iguales dando a cada individuo el mismo derecho a elegir el gobierno, o intentar la justicia social donde cada uno aporta de acuerdo con su capacidad y asegurándose de que cada uno obtenga lo que realmente necesita? La razón por la que tanto la democracia como el comunismo fracasaron fue por el nivel promedio de conciencia humana, que a su vez determina la naturaleza humana. El Ser Humano es una criatura mental, y la mente promedio de los individuos ha evolucionado solo hasta el nivel que hace que la persona se vea a sí misma como algo distinto en lugar de ver la verdad más profunda de que todos estamos unidos por el espíritu de lo Divino que manifestamos. La separación, siendo la realidad dominante percibida por el individuo, hace que la personalidad humana típica sea impulsada por el ego, lo que a su vez significa que la persona considera que sus propias necesidades son más importantes que las de los demás; Considera que sus propias opiniones son más correctas que las de los demás. Esta es la razón básica por la que tanto la democracia como el comunismo estaban condenados al fracaso. Independientemente del sistema de gobierno, habría un conjunto de personas que ocuparían posiciones de poder. Debido a que son básicamente personalidades impulsadas por el ego, estas personas y otras personas especialmente capacitadas de una forma u otra, podrían acaparar más recursos de lo que les corresponde. Eso conduciría a la desigualdad. Además, siendo la razón una herramienta versátil, que puede justificarlo todo, el acaparamiento de los recursos excedentes también estaría justificado por aquellos que logran poseer más de lo que les corresponde. Con base en esta justificación, las reglas serían enmarcadas por estas mismas personas para legitimar la desigualdad. La desigualdad legalizada conduciría a la injusticia, y la consiguiente crueldad, miseria y sufrimiento. Por lo tanto, a pesar de las nobles intenciones encarnadas en la teoría de la democracia y el comunismo, en la práctica, ninguna forma de gobierno cumple con las expectativas de quienes diseñaron estos sistemas. El mejor producto de la edad de la razón fue el humanismo racionalista, que tampoco logró eliminar la miseria y el sufrimiento del mundo por razones similares. Sin embargo, el fracaso de todos los experimentos basados en la razón sirvió a un propósito; le mostraron a Occidente que la razón no funciona cuando se trata de resolver los problemas de la existencia humana. Sri Aurobindo lo había previsto y sabía que después de agotar las posibilidades de la razón, Occidente comenzaría a buscar una herramienta superior a la razón. Ese sería el comienzo de la edad supra-racional subjetiva, y los recursos necesarios para esa edad se encontrarían en la antigua sabiduría india.

La Edad Supra-Racional Subjetiva

Así como la ignorancia o la supresión de la razón estimula la edad de la razón, las limitaciones y el fracaso de la razón en algunas esferas vitales de la vida despiertan en el individuo la aspiración inherente a una Verdad superior, que es inaccesible a la razón. Sin embargo, es importante tener en cuenta algunas advertencias. Primero, todo lo que no es racional es irracional. Irracional puede significar tanto infra-racional como supra-racional. Tanto el infra-racional como el supra-racional son subjetivos, pero su impacto es opuesto. Los impulsos básicos infra-racionales, los impulsos emocionales, la búsqueda apasionada de ambiciones y deseos impulsados por el ego, son todos de origen infra-racional y son peores que la razón. En segundo lugar, la razón, cuando se refina y purifica, puede llevarnos bastante lejos por el camino correcto. Por lo tanto, la razón, que es la herramienta más confiable del individuo, no debe ser rechazada ni descartada. Debe mejorarse y trascenderse cuando no pueda llevarnos más lejos, pero en ningún momento puede abandonarse por completo. Finalmente, mientras uno puede ascender a alturas supra-racionales sin trabajar en el nivel de la razón; en algunos casos, la propia razón es la puerta de entrada a lo supra-racional, como ha ocurrido en el caso de las sociedades occidentales.

Las sociedades son complejas. En cualquier momento dado, coexisten personas en el nivel infra-racional, el nivel racional y el nivel supra-racional. Pero la época con la que se identifica la sociedad depende de los números. Así, pasar de la edad de la razón a la edad supra-racional no depende tanto del surgimiento de unos pocos individuos en el nivel supra-racional de conciencia como de la receptividad de la sociedad.

La conciencia supra-racional cambia la naturaleza humana: de estar impulsada por el ego a ser impulsada por el amor. El amor es un principio unificador, basado en un sentido de unidad, o al menos un sentido de interrelación, que es una verdad más profunda que la separación. La belleza de la conciencia supra-racional es que puede albergar tanto el individualismo como el colectivismo. Los individuos manifiestan lo Divino de diferentes maneras, y la diversidad tiene un propósito. Al mismo tiempo, las diferencias individuales son superficiales en comparación con la unidad que conecta a todos los individuos. El fundamento de la unidad es que todas las expresiones de la individualidad son meramente diferentes aspectos de la misma Realidad, la misma Divinidad.

La unidad conduce al amor; el amor actúa como antídoto del ego; y así es como el amor puede resolver los problemas de la existencia humana que la razón no puede. El sello distintivo de la edad supra-racional es que el ego es abandonado en favor del amor como eje de la naturaleza humana.

Pensamientos Finales

Si bien parece lógico que las sociedades pasen de lo simbólico a lo típico, y luego a la edad racional y supra-racional, el juego de la naturaleza es demasiado complejo para seguir un curso tan simple. Además, podría haber digresiones en la historia que interrumpan esta progresión natural. Sri Aurobindo ha discutido en «El Ciclo Humano», todos estos aspectos. Por ejemplo, la edad de la razón puede llegar a un final repentino con el surgimiento de regímenes autoritarios y dar lugar a otro hechizo de conformismo arraigado en el miedo. Finalmente, la historia puede no repetirse exactamente de la misma manera en todas las sociedades. India, con su esencia espiritual, que lleva mucho tiempo dormida pero no está muerta, puede que no siga el mismo rumbo que Occidente, que tiene una esencia racional. Lo que se ha hecho aquí, es solo para señalar el impulso general de la descripción de Sri Aurobindo, de la naturaleza cíclica de la psique colectiva de las sociedades y su impacto en la historia del mundo.

«El Ciclo Humano» no es la historia de una nación o de una civilización sino de la raza humana, desde lo prehistórico hasta lo moderno, con algunas predicciones razonadas y cautelosas para el futuro. No es una crónica de hechos, sino una visión de la historia sustentada en hechos. Explica los eventos racionalmente, pero deja al mundo libre para aprender del pasado cualquier lección que elija aprender. Se mueve con gran facilidad de lo mundano a lo místico, de lo terrestre a los planos espirituales. Como en el caso de todas las obras de Sri Aurobindo, también en «El Ciclo Humano» ha pintado sobre un inmenso lienzo sobre el cual sólo él podía estar a la altura para hacerlo.

Artículo publicado en el Volumen 3 Número 4 de 2022 en la Edición en español de The Call Beyond.

Versión Libre de NB Traducciones